Cuando los dinosaurios caminaban sobre el planeta todo lo que se extiende ante
nosotros se encontraba sumergido bajo las aguas.
Y en este mar, el de Tetys, cubiertas las tierras entre la Meseta Ibérica y
Sierra Nevada, fueron acumulándose depósitos de esqueletos y caparazones de animales marinos. Dichos sedimentos carbonatados originaron las calizas que componen la naturaleza misma del
Torcal.
Pero no fue hasta mucho después de la extinción de estos extraodinarios
saurios, durante el plegamiento alpino, que es el descomunal empuje, en dirección N-S de la placa africana sobre la placa ibérica, comprimió, deformó y fracturó estos materiales hasta hacerlos
emerger 1 Km por encima del nive del mar. Aún hoy el proceso continua. Sin embargo, las espectaculares formas que contemplamos alrededor no surgieron tal cual de las profundidades. La lenta y
prolongada acción del agua, el hielo y el viento han ido erosionando y disolviendo parcialmente el relieve, que alternaba capas, calizas con otras de margas y arcillas, hasta alcanzar el
caprichoso moldeado que en la actualidad disfrutamos, y que se conoce como paisaje kárstico o karst.
El Karst presenta la particularidad de comportarse como una esponja; "se traga
literalmete el agua y hace circular por su interior a través de una intrincada red de fisuras y oquedades, para después evacuarla, en forma de manantiales, por su parte más baja en los puntos de
contacto con materiales menos menos permeable. Abajo en el Valle, formado por los materiales que el agua ha ido quitando a la roca en su acción de descomposición y lavado, el suelo esta más
desarrollado. Sobre él toda una gama de vivos verdes delata los campos de labor, pastizales y restos de vegetación natural.